sábado, 26 de diciembre de 2009

¿LOS CABOS O MADRID?

Es difícil explicar sentimientos, más aun cuando se está  aun en el complicado proceso de digerir una excelente y generosa comida de Navidad y una cama cercana te está llamando a gritos para ayudarte en tan proceloso trance, pero he decidido redactar esta líneas cuando aun tengo frescos en mi más bien escasa “materia gris” los aromas, olores y sabores de tan deliciosa e inolvidable velada.

Comer una Cocido Madrileño es siempre una liturgia, “casi una experiencia religiosa” que diría un madrileño sino ilustre al menos muy conocido, pero hacerlo a 10,000 Km del “foro” (Madrid), rodeado de fantásticos amigos y regado con excelentes vinos de mi tierra, lo convirtió en  un milagro que firmaría el mismísimo San Isidro, santo patrón de la capital española; es más, con la excusa de fumar un cigarrito, de rato en rato salía a la terraza sin explicar al resto de comensales que la autentica razón de mis visitas era cerciorarme con estos ojitos que Dios me dio que estaba en Los Cabos y no en Lhardy, la popular y centenaria Taberna Madrileña.

Como participe, no solo de la “ingestión”, sino también de la organización y elaboración de tan suculenta comida, resultaría escasamente modesto por mi parte hablar sobre la excelencia del platillo que elaboramos, pero permitirme comentar al menos que, si hemos sido capaces de provocar tantos sinceros elogios entre comensales expertos conocedores de los deleites de los buenos manjares, ni imaginar puedo los que sin duda provocaremos entre los futuros clientes  de la “Tasca de Don Pepe” con un poquito de planeación, una cocina algo más espaciosa y algún que otro utensilio que extrañamos a la hora de preparar tan suculentos manjares (la redecilla para los garbanzos apareció al final cuando ya de nada servía, pero fue la única ocasión en todo el día en que se cumplió la tan traída y llevada Ley de Murphy).

Los aperitivos, previos a la “experiencia religiosa”, resultaron un autentico deleite que debemos agradecer al buen criterio y aun mejor sazón de Eva, sin dejar de reconocer la excelente labor de un “pinche de cocina” realmente dedicado y profesional en grado superlativo como su esposo Sergio. Unos formidables dátiles con tocino, un excelente surtido de ibéricos (caña de lomo y jamón “pata negra” del de verdad) y sobre todo una morcillita de Burgos al lomo de unas rodajitas de tomate a la plancha y con un sombrero de queso de cabra a modo de montura, resultaron un  increíble preámbulo al “deleite garbanzil” que disfrutaríamos a continuación.

Una sopa de fideos que era un autentico “manjar de dioses” fue el inicio del festín que continuo, como es de rigor, con los tiernos garbanzos y sus acompañantes (patatas, puerros o poros, tal y como se les conoce por estas tierras, zanahoria y un espectacular repollo, col para nuestros seguidores de la patria de Cuauhtemoc, cocido y rehogado con esmero por las mismas manos que están escribiendo estas torpes líneas), terminando con una espectacular fuente que reunía a lo más selecto de las carnes que, de rigor, deben acompañar a cualquier cocido madrileño que presuma de tal condición.

No quiero, por falsa modestia, poner en “negro sobre blanco” los elogios, alabanzas e incluso alguna que otra expresión de autentico jubilo (esto quizá sea algo exagerado pero me perdonareis que, teniendo aun muy próxima la velada y considerando mi falta de experiencia en la crónica gastronómica, eleve un poco el tono de los elogios) que provocaron los famosos “tres vuelcos” del cocido. Tanto los habituados a disfrutar de tan extraordinario manjar como aquellos que tuvieron la fortuna de bautizarse en él, no podían disimular la cara de felicidad que se les quedo al finalizar. ¿Finalizar….?, no, aun faltaba el toque mexicano que, en justo honor a la “patria del tequila, el pozole y los chiles en nogada, remataba una comida de navidad inolvidable. El postre, un “chocoflan” elaborado por Eva que ayer, a la vista de lo exquisito que estaba, más parecía haber nacido en Puebla o Veracruz que en su queridísima tierra valenciana.

Podía ahora alargarme contándoles la historia, ingredientes y elaboración del Cocido Madrileño, pero los gritos de mi cama reclamando mi presencia se hacen ya insoportables y acudiré a solícito a ella antes de que rompa en llanto. Para los interesados en esos apartados les he colocado suficientes enlaces en esta glosa a las excelencias del cocido madrileño en “Los Cabos” para que se conviertan en expertos conocedores de la extensa literatura sobre el tema. Solo me falta agradecer a todos los que de una u otra manera participaron en tan esplendida  velada, a Julián y su familia, a Eva y Sergio (preciosa la mesa que nos preparasteis) y, de alguna manera a mi mismo por haber colaborado, aunque sea modestamente, en una tarde navideña que quedara para siempre en mis recuerdos.
¡¡¡ MUCHAS GRACIAS !!!

martes, 22 de diciembre de 2009

LA VINIFICACION II (Vino tinto)




En este segundo artículo dedicado a la vinificación nos ocuparemos de los vinos tintos.
El material apropiado es el acero inoxidable. Las condiciones de la crianza en madera deben ser de humedad media-alta, temperatura entre 13-16º, luz tenue, ausencia de aromas extraños, rellenos de las barricas, trasiegos. Para el envejecimiento en botella las ya comentadas para crianza en madera y tapón de corcho de calidad, unido a la posición horizontal de la botella.


1. La Maceración
Es este proceso la característica más destacada en la elaboración de este tipo de vinos.
Nos encontramos con dos tipos de vino tinto obtenidos según sea la Maceración:
Maceraciones cortas.- Dan lugar a vinos tintos afrutados con colores intensos, amoratados y algo ásperos (astringentes) en boca debido a la abundancia de antocianos. Suelen fermentar a temperaturas por debajo de 25 º. Mejores para un consumo a corto medio-plazo, 1 a 2 años.
Maceraciones largas.- Vinos tintos aptos para guardar. Este proceso favorece el paso al vino de sustancias (fundamentalmente Taninos) que evolucionan bien con la posterior crianza, llegando a producirse vinos con gran calidad y bouquet, con unos aromas y sabores característicos.


2. El Remontado
Durante la fermentación, los hollejos, por acción del CO2, forman un "sombrero" en la parte superior del depósito. La función de este proceso es la de que este sombrero se vea regado por el vino que hay debajo, mediante tuberías que conectan la parte inferior con la superior del depósito, para que el color se homogenice por todo el mosto, por lo que es necesario que se realice el remontado con mucha frecuencia durante la fermentación. Dependiendo de las prestaciones del depósito de fermentación se hace con o sin aireación.


3. El Descube
Cuando el enólogo ya estima que ha extraído la suficiente cantidad de sustancias del hollejo que deseaba, separa el vino de sus hollejos y pepitas y otras sustancias (lo que se denomina "la pasta").
El vino (o mejor dicho el mosto-vino) acaba la fermentación alcohólica en otro depósito, pasando los hollejos a prensarse para obtener el vino de prensa, más concentrado de color y otras sustancias, pero generalmente menos fino al paladar (aunque la primera fracción de la prensa -el primer prensado suave- si suele ser de buena calidad).


4. La fermentación Maloláctica
Tiene lugar una vez acabada la fermentación alcohólica. El ácido málico, de un sabor más herbáceo y amargo, se transforma en ácido láctico, más agradable y suave al paladar, con una mejoría también aromática del vino. Es por esto que es un proceso fundamental en la obtención de vinos de calidad y más todavía en zonas que dan lugar a vinos muy ácidos que por lo general son latitudes septentrionales. Este proceso se puede dar también en vinos blancos, aunque en este tipo por lo general no mejora tanto al vino como en tintos.


5. La maceración carbónica
Es una técnica de vinificación especial que utiliza el estrujado de la uva. Se basa en depositar los racimos enteros en un depósito, con una atmósfera de gas carbónico para impedir la presencia de oxígeno. En estas condiciones se produce una fermentación intracelular de las uvas provocadas por enzimas de sus células y se producen uno o dos grados de alcohol etílico.
El depósito debe ser hermético y la atmósfera de gas se produce:
  1. Por adición directa: por adición de un 5-10 % de mosto en fermentación en el fondo del depósito.
  2. Sin añadir nada: método tradicional en la Rioja Alavesa, simplemente se espera a que las uvas del fondo del depósito sean estrujadas por el peso de las de arriba, iniciándose una fermentación alcohólica normal que provee al resto de la vendimia de la atmósfera de gas carbónico.
Cuando se han producido estos dos grados alcohólicos se detiene esta peculiar fermentación intracelular, pues los enzimas no resisten este contenido alcohólico, y el resto de alcohol producido ya lo es por fermentación alcohólica normal.
La peculiaridad de esta fermentación es.


  • Se da una menor extracción de color.
  • Se consume mucho ácido málico (vinos menos ácidos y fáciles de beber).
  • Predominan los aromas varietales (vinos afrutados).
Este sistema de elaboración conviene realizarlo en regiones de clima frío, donde los vinos suelen ser más ácidos y duros al paladar y son vinos no apropiados para envejecerlos, con el tiempo perderían sus buenas características afrutadas.
Es un proceso de elaboración que se puede realizar también en vinos blancos, aunque no es muy habitual.